10 COSAS QUE MI HIJ@ QUERRÍA QUE YO SUPIERA

1. MI VIDA EMPEZÓ NUEVE MESES ANTES DE NACER

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Según las últimas investigaciones, el bebé antes de nacer puede ver, oír, experimentar, degustar y, de manera primitiva, aprender. Estas experiencias empiezan a definir y modelar la vida emocional del niño.

La ansiedad crónica, o una ambivalencia con respecto a la maternidad, pueden dejar una huella profunda en la personalidad del niño si, por ejemplo se siente rechazado, este sentimiento se podrá convertir en la lente a través de la que en un futuro verá la vida.

Debido a que la mayoría de los niños adoptados son el resultado de embarazos no deseados, o en circunstancias complejas, es frecuente que la tensión emocional de la madre tenga un impacto negativo en el niño: hiperactividad, déficit de atención, baja autoestima, ansiedad, problemas de conducta, etc.

2. ANTES DE QUE ME ADOPTARAIS SUFRÍ UNA PROFUNDA PÉRDIDA.NECESITO ELABORAR EL DUELO POR ESA PÉRDIDA

Tanto si adoptamos un bebé, como si adoptamos un niño mayor creemos, erróneamente, que el pasado queda atrás. La realidad es que muchos aspectos de sus pérdidas se van a manifestar en sus nuevas familias, sin importar la edad en que fueron adoptados.

A veces no es fácil reconocer las consecuencias de esas pérdidas porque no son fáciles de identificar y los niños no son capaces de elaborar mediante el lenguaje el dolor por esas pérdidas. Pero debemos estar atentos a algunas de las reacciones más frecuentes que provoca:

  • Ira
  • Tristeza
  • Resentimiento
  • Hiperactividad
  • Problemas de atención
  • Conductas regresivas
  • Pérdida de apetito
  • Problemas escolares

La elaboración de un duelo por la familia de origen consiste en acompañarlo en la expresión de los sentimientos que este conocimiento despierta en las distintas etapas de su desarrollo, ya que para elaborar un duelo es necesario expresar, poner en palabras la situación emocional vivida.

La elaboración de este duelo no se realiza en un momento concreto, sino que corresponde a un proceso gradual y continuo, según las distintas etapas evolutivas.

3. SI NO ELABORO Y SUPERO MI PÉRDIDA, PUEDE MANIFESTARSE EN FORMA DE RABIA HACIA VOSOTROS

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El mejor indicador de que un niño/a tiene una lealtad oculta hacia su madre biológica es su rechazo hacia la madre adoptiva. En este caso estaría proyectando sobre la madre adoptiva sentimientos que corresponden a la madre biológica.

La rabia es un sentimiento que no se debe reprimir. Es el síntoma de que hay algún problema que necesita confrontarse. Asegúrate de que tu hijo/a sabe que la razón por la que fue abandonado no tiene que ver con él, sino con la imposibilidad de criarlo por parte de la madre biológica.

Cuando la madre adoptiva no pretende ocupar el lugar de la madre biológica, el niño adoptado puede proyectar su rabia contra quien lo abandonó y su gratitud hacia quien la está criando.

4. TEMO HABER SIDO ABANDONADO POR MI MADRE BIOLÓGICA PORQUE NO ERA UN BUEN BEBÉ

Este sentimiento puede producir dos tipos de reacciones, debido al miedo a ser rechazado otra vez. Muchos tratan de manejar este sentimiento siendo personas complacientes: si lo hago todo bien, me querrán y no me abandonarán. Otros, siendo rebeldes: si no necesito su aprobación, entonces no me podrán herir cuando me rechacen.

Detrás de estas conductas hay un sentimiento de vergüenza por haber sido abandonado. Si no conseguimos sustituir este sentimiento por la verdad, puede vivir atemorizado toda su vida o crear un constante caos en la familia.

Si no conseguimos que supere este sentimiento de no haber sido lo suficientemente bueno, como para que su madre biológica lo conservara, su miedo a volver a ser abandonado será su compañero permanente a lo largo de la vida.

5. TENGO MIEDO DE QUE VOSOTROS TAMBIÉN ME ABANDONÉIS

El sentimiento de abandono es el primer miedo en la vida y es el origen de todo miedo posterior. En el caso de los niños adoptados no fue sólo un temor sino una realidad.

La inseguridad queda arraigada durante toda la vida, especialmente en el área de las relaciones interpersonales.

La capacidad para emprender actividades que lo llevarán hacia la realización de sus metas también queda afectada.

¿Qué podemos hacer para ayudarles?

Empatizar con ellos. Esto significa, identificarnos intelectual y emocionalmente con sus sentimientos, pensamientos y actitudes.

Enseñarles a gestionar sus sentimientos de victimización.

6. CUANDO EXPRESO MIS MIEDOS DE MANERA INADECUADA, AYUDADME CON RECURSOS PARA HACERLO MEJOR

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A los niños adoptados se les debe dar permiso para expresar sentimientos como enfado, rabia, odio, soledad, hostilidad, etc. Sin embargo, necesitan saber que estos sentimientos son permisibles, pero necesitan aprender a canalizarlos adecuadamente.

No seas permisivo ni lo disculpes. Establece límites claros. Enséñale a pensar por sí mismo. Deja que asuma las consecuencias de sus actos.

Resuelve cualquier duelo no elaborado de tu propia experiencia personal, de manera que no se te reestimule cuando tu hijo exprese esos sentimientos.  Nunca lo castigues cuando estés enfadado.  Después, asegúrate de decirle que lo quieres y que siempre te tendrá a su lado.

7. POR FAVOR, NO DIGÁIS QUE ME PAREZCO A VOSOTROS. NECESITO QUE RECONOZCÁIS NUESTRAS DIFERENCIAS Y LAS CELEBRÉIS

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Frases como ésta pueden ser percibidas por el adoptado como:

-Ser como vosotros es mejor.

-Ser tú mismo no es suficiente.

No aceptar las diferencias es una forma de rechazar sus raíces biológicas.

Los parecidos familiares dan un sentimiento de seguridad, de pertenencia. Las diferencias pueden ser una fuente de vergüenza o una invitación para conocer los lazos que le unen a su historia preadoptiva.

Celebrar las diferencias empieza con el reconocimiento de las mismas.

Así transmitimos que ser diferente no significa ser inferior, sino el fundamento para una buena autoestima.

8. EL HECHO DE QUE NO HABLE DE MI FAMILIA BIOLÓGICA NO SIGNIFICA QUE NO PIENSE EN ELLA

Muchos adoptados fantasean acerca de su familia biológica. Esto no es malo. Es una forma de aliviar el dolor de la pérdida. Si preguntamos, muchos dirán que no lo hacen.

  • Buscando una cara que le recuerde a la suya en medio de una multitud
  • Soñando con la familia feliz
  • Buscando figuras que reemplacen a los padres, por ejemplo, en las relaciones de pareja
  • Idealizando a las personas
  • Teniendo un espíritu crítico
  • Teniendo expectativas muy altas sobre sí mismo
  • Temiendo figuras de autoridad

Las fantasías pueden ser un buen mecanismo de defensa. Sin embargo, las fantasías pueden convertirse en patológicas y destructivas si provocan el aislamiento de la persona, y le impiden trabajar su sentimiento de pérdida y su dolor.

9. NECESITO SABER LA VERDAD SOBRE MIS ORÍGENES, NO IMPORTA LO DOLOROSO QUE RESULTEN LOS DETALLES

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Algunas de estas verdades pueden ser difíciles de decir y de asumir: violación, enfermedad mental, drogadicción, etc. Las preguntas deben ser respondidas con honestidad, teniendo en cuenta lo que pueden asumir.

Piensa y medita tus respuestas con anterioridad a sus preguntas. Cuando sea el momento, tu seguridad y tu serenidad le ayudará a entender que es correcto hacer preguntas y expresar los sentimientos.

Aprende a escuchar los mensajes verbales y no verbales de tu hijo. Te darán la clave para saber qué parte de la información le preocupa más. Estas cuestiones surgirán en cada etapa evolutiva de la vida y le ayudarán a crecer y a madurar.

10. AUNQUE PREGUNTE O BUSQUE A MI FAMILIA BIOLÓGICA, SIEMPRE QUERRÉ QUE SEÁIS MIS PADRES

Nuestr@ hij@ no está buscando alguien que nos reemplace. Tampoco implica que nuestra forma de ser familia no sea suficiente para el/ella. Lo que busca son respuestas a preguntas como ¿por qué me abandonaron? ¿A quién me parezco?.

Muchos adoptados esperan a que sus padres adoptivos mueran para emprender la búsqueda, por miedo a hacerles daño. Tienen una lucha interna entre su amor por los padres adoptivos y su necesidad de conocer sus orígenes.

Nuestras hijos tienen que sentirse libres de la necesidad de cuidar de nuestros sentimientos. Si su búsqueda reactiva tus propios temores de sentirte abandonado/a, busca ayuda profesional o de amigos, porque tu hij0 necesita tu ayuda para manejar lo que tiene por delante. La labor de los padres es reconocer y respetar la identidad completa de sus hijos, no pidiéndoles que renuncien a ninguna parte de sí mismos.

DOS DESEOS:

  • Me gustaría que enfatizaráis más mis potencialidades que mis carencias.
  • Algunas de las cosas que no os gustan de mí, puede que también sean vuestras y yo solo os hago de espejo. La mejor forma de ayudarme es que vosotros aprendáis a gestionarlo antes de pedirme a mí que lo haga yo.

El Taller de las Palabras

Érase una vez un Taller donde se aprendía a tejer Palabras. En ese taller también se reparaban todas aquellas que estaban rotas, heridas, mal cosidas o enredadas. Podían haber sido escritas con lápiz en un papel o podían haber sido oídas y estar grabadas a fuego en el corazón. Podían haber salido de la mano de una niña o de un niño o podían haber salido de la boca de un padre, de una madre, de una profesora o de un maestro impacientes porque no terminaban de hacerlo bien. A este taller, naturalmente, sólo llegaban las palabras que necesitaban arreglo, para eso era un taller. Seguro que estos niños y niñas sabían escribir muchas palabras con una bonita caligrafía y una ortografía perfecta. Seguro que también los adultos que estaban a su alrededor sabían decir muchas palabras hermosas, de esas que sirven de bálsamo al corazón.

Las razones por las que algunas palabras necesitaban  reparación eran muy variadas. Podía ser, por ejemplo, por una extraña ley que decía la edad a la que los niños y las niñas debían saber tejerlas bien. Era curioso que en ese país no existía ninguna ley que dijera a qué edad debían empezar a andar, a echar sus primeros dientes o a pronunciar las primeras palabras sus habitantes más pequeños,  pero sí existía una ley que decía cuándo debían aprender a tejer las palabras, y claro, algunos niños y niñas tenían su propio ritmo, que daba la casualidad que no  coincidía con el de la famosa ley.

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Para algunos pequeños tejedores el problema podía venir porque les costaba prestar atención  a lo que explicaba el maestro tejedor. No sabían por qué pero no podían estar sentados mucho rato. Se levantaban constantemente para afilar el lápiz, para recoger la goma que se les había caído o sencillamente porque no conseguían concentrarse en la tarea que estaban haciendo. Esto enfadaba mucho a todo el mundo, aunque ellos no entendieran muy bien la razón. El caso es que con tanto levantarse no “tenían asiento”, que decían los tejedores mayores, y por eso no aprendían a tejer en condiciones, con lo cual se llevaban sus buenas reprimendas. Ya les gustaría a ellos “tener asiento” y aprender, pero nada, no había manera. Lo peor era que ellos no sabían  por qué les costaba tanto estar quietos y atentos, así que a veces les entristecía que les pidieran algo que no podían hacer con la facilidad que lo hacían los demás pequeños tejedores.

También podía deberse a que estos pequeños habitantes no entendieran bien la lengua de los tejedores maestros.  Aunque hablaran esa lengua, todavía no la dominaban porque venían de países lejanos. Se habían incorporado a la escuela más tarde que el resto de sus compañeros  y por eso no estaban en igualdad de condiciones, aunque la ley de ese país decía que los pequeños habitantes que tuvieran la misma edad tenían que aprender a tejer palabras juntos y, además, hacerlos todos al mismo ritmo. Decían que era para que se sintieran iguales, pero aunque fueran tejedores muy sesudos los  del Ministerio de las Palabras y los Números, eso no sólo era un poco difícil de entender, sino, sobre todo, muy difícil de conseguir.

Así que toda esta situación provocaba no pocos problemas con los tejedores adultos, empeñados en cumplir con esas extrañas leyes. Los padres y madres, que dominaban el oficio de tejer palabras, culpaban a la escuela, y los maestros y maestras, todavía más expertos en el arte del telar, culpaban a las familias de que los pequeños no mostraran más destreza en estas labores tan fundamentales de la vida.

El caso es que unos y otros  decían cosas muy duras de oír para los aprendices de tejedores: que si no aprendían porque eran vagos,  que si era porque no prestaban atención, o lo que era peor, que no   aprendían porque no les daba la gana, porque para otras cosas eran muy listos. Esto siempre lo decían en alusión a la destreza que todos ellos mostraban para utilizar maquinas y aparatos  que a la mayoría de los adultos les resultaban difíciles de manejar.

Estos pequeños habitantes no sabían la razón por la que no tenían ningún problema con estos aparatos  y en cambio con una cosa tan sencilla como un lápiz y un papel la cosa se les complicaba. Pero no era porque ellos no pusieran interés. ¿A quién le gustaba que  lo tuvieran por torpe e inútil si hubieran podido tejer a la misma velocidad y con la misma destreza que los demás?

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Por cierto, que los pequeños tejedores habían observado que cuando a uno de ellos no les salían los dientes perfectamente alineados, les ponían unos extraños alambres , pero nunca les reñían por eso. Lo mismo pasaba cuando alguno no veía bien. Les ponían unos cristales enganchados a la nariz y a las orejas, pero nunca les recriminaban por ello. En cambio, si tenían problemas para recordar el orden en el que debían tejer las palabras para que tuvieran sentido o si una vez tejidas no eran capaces de entender qué significaban, entonces se enfadaban, les reñían y, a veces, hasta les quitaban algunos de esos aparatos con los que se divertían y se sentían que eran como los demás. La verdad es que no había quien entendiera a los adultos. Para una cosa que hacían igual de bien que los demás, iban y se los confiscaban hasta que fueran capaces de tejer mejor.

La existencia de un Taller donde se pudieran arreglar las palabras fue un gran descubrimiento para estos pequeños habitantes, especialmente porque les ayudaba a aprender arreglando los motivos por los que les costaba tanto tejer bien, y, además, porque se hacía con uno de sus aparatos favoritos. Para muchos tejedores adultos fue también un descubrimiento el tomar conciencia de algunas de las leyes injustas del país. También de lo injusto que era enfadarse con los habitantes pequeños que no sabían tejer correctamente, cuando nunca se enfadaban con aquellos que no veían bien o que no tenían los dientes debidamente alineados. En estos casos se limitaban a darles los medios para solucionar estos problemas, que era lo mismo que necesitaban los pequeños aprendices de tejedores, medios para aprender a tejer palabras adecuadamente. Los tejedores adultos también se dieron cuenta de que ellos sabían tejer palabras en papel, pero no siempre sabían tejer palabras en el corazón, palabras de ánimo y de reconocimiento para que sus pequeños vástagos crecieran sanos y fuertes no sólo en sus cuerpos sino también en sus almas.

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A medida que los pequeños habitantes mejoraban en el arte de tejer palabras iban mejorando también sus calificaciones en cono, matemáticas, lengua, etc., claro que todos, pequeños y adultos, necesitaron de paciencia para ver los resultados. La paciencia de los campesinos, como decía la tejedora directora del Taller, porque los agricultores para obtener una buena cosecha primero tienen que arar la tierra, regarla, abonarla, quitar las malas hierbas y finalmente esperar que aquella semilla que  sembró el año anterior, se convirtiera en una jugosa fruta, una rica hortaliza o  una hermosa flor.

Y aquí se termina la historia de este Taller donde se aprende a tejer y a reparar palabras, no sólo en el papel, sino también en el corazón.