Marga Muñiz Aguilar
La conducta, los comentarios, las actitudes que en general tenemos ante la vida, moldean la forma de ser de los hijos, incluso cuando son adultos. Dejamos en ellos una huella en forma de mandatos familiares que, nosotros a nuestra vez, hemos recibido de nuestros padres.
Los mandatos familiares son códigos verbales y no verbales que funcionan como un contrato que se repite de generación en generación dentro de un mismo sistema familiar. Se trata de un contrato que no se firma, cuyas condiciones no se eligen, incluso ni siquiera se es consciente de esas condiciones y que, sin embargo, se siguen de manera automática.
Son mensajes repetidos una y otra vez dentro del sistema familiar: “confiamos en ti”, “te apoyamos”, “haz bien y no mires a quien” o “la gente es muy hipócrita”, “eres un vago”, “no te fíes de nadie”. Son mensajes que van calando en la mente de los miembros del sistema de forma imperceptible.
Hay, por tanto, modelos de familias que transmiten valores positivos y que crían hijos seguros y felices, mientras que otros son disfuncionales. Así, hay familias que nunca dicen a sus hijos que algo está bien hecho porque creen que nunca está suficientemente bien hecho. Hay otras que sabotean. En este caso el mensaje es que no eres bueno para nada. Otras dejan a un lado las necesidades de los hijos para enfocarse en ellos mismos. Cuando un hijo tiene problemas en vez de buscar las causas del problema, el niño es el problema y cuando obtienen buenos resultados les recuerdan constantemente que ha sido gracias a ellos.
Reflexionar sobre aquello que nos han transmitido es un acto de introspección que nos ayudará a detectar aquello que hemos recibido pero que nos hace infelices. Ser familia no implica tener una lealtad ciega a los mandatos familiares. A veces, desafiar y romper los mandatos del clan familiar es una necesidad para nuestro bienestar emocional y el de las generaciones futuras del sistema familiar.
Los niños pequeños absorben de manera natural las creencias y valores del sistema familiar. Al crecer podemos comprobar que algunas de estas creencias juegan en nuestra contra porque esos contratos o lealtades invisibles resultan negativas para nuestro propio crecimiento personal.
A medida que formamos nuestra concepción del mundo podemos alejarnos de aquellas ideas que han predominado en la familia y que se han transmitido de generación en generación si no queremos ser perpetuadores de las carencias del sistema, de sus creencias limitantes y de las expectativas negativas.
El genograma
El genograma es un instrumento particularmente útil para encontrar patrones de problemas hereditarios, conflictos inter o intrageneracionales y pautas de conducta transmitidas dentro del sistema familiar.
Se trata de una representación gráfica de la información básica de, al menos, tres generaciones de una familia. Incluye información sobre su estructura, los datos demográficos de los miembros y las relaciones que mantienen entre ellos.
Es una herramienta muy útil utilizada por distintos profesionales con vistas a hacer una intervención psicológica, médica, pedagógica, psicosocial, etc. Sin embargo, cualquier persona también puede hacer su genograma como forma de autoconocimiento.
El genograma nos lleva hacia nuestra propia historia personal. Dicha historia empezó a escribirse antes incluso de que naciéramos. Como generalmente sólo nos llega una parte de esa información, el resto lo podemos recuperar con este método.
A través del genograma podemos prevenir patrones que se repiten en generaciones anteriores y tomar conciencia de estas dinámicas repetitivas del pasado, que se heredan de manera imperceptible, pero que pueden frenar el crecimiento personal y nos pueden generar infelicidad.
Romper con los mandatos familiares no siempre es fácil, ya que algunas familias transmiten la idea de que cuestionar las creencias y valores de la familia es una traición o una deslealtad. Así, se repiten frases como: “en nuestra familia siempre se ha hecho así”, “eso es inaceptable”, “si lo haces nos avergüenzas”, “eres la oveja negra”, etc., por lo que a veces es difícil dejar de seguir esos mandatos.
En esos casos es recomendable buscar ayuda profesional porque romper con estas relaciones negativas no es sencillo. Hace falta reaprender nuevas actitudes, soltar viejos hábitos, desarrollar roles diferentes, etc.
En el caso de familias adoptivas es importante incluir en el genograma el sistema familiar de origen de los hijos adoptados, aunque se tenga poca información. Las familias adoptivas tenemos que ser conscientes de que en nuestros hijos coexisten dos sistemas familiares: el de origen y el actual. Integrar ambos sistemas es fundamental. Cuando adoptamos nos hacemos cargo no sólo del presente y el futuro de ese niño, sino también de su pasado.
Cómo hacer el genograma
Para hacer el genograma es importante recabar información a familiares y usar una serie de símbolos a través de los cuales se establecen las líneas de parentesco y los patrones de relaciones dentro del sistema familiar.Proporciona un acceso rápido y muy visual a información con fuerte contenido emocional (nacimientos, muertes, abortos, enfermedades, adicciones, conflictos, etc.) dentro de la familia.
Se puede hacer a mano o a través de programas online. Uno de los más conocidos es Genopro, que tiene una versión gratuita.